Te observo al dormir, trocito de mi, no me canso de mirarte, contemplarte, me acerco a ti y cierro los ojos... Es la sensación más bonita jamás descrita... El amor de mamá. Un sentimiento tan inmenso, inexplicable, infinito. Sigo con los ojos cerrados agradeciéndole a la vida el tenerte, mi regalo más especial, mi vida, sí, MI VIDA: TÚ, ÉRIC OJADOS MARTÍN.
¿Sabes qué siempre soñé tenerte? Desde bien pequeña quería ser mamá, lo único que siempre ha estado realmente claro en mi vida: ser mamá. Todos de pequeños soñamos con ser algo o alguien, pues yo ya soy quien siempre quise ser: tu mami.
Hueles muy bien, cariñito mío, siempre hueles a bebé, dicen que esa olor se va, a mi me encanta y pienso disfrutarla hasta el día que se vaya.
¿Qué no daría por ti, mi pequeño? La vida es poco. Todo, lo daría, todo.
Nunca olvidaré ese primer llanto tuyo y aquel: ¡toma yaaa! que exclamó papá cuando te escuchamos, esa primera vez que te cogí y vi esos mofletitos que tanto me gustaron y me gustan. La primera noche que te miraba y no creía que fueras mío. Papá durmiendo en un sofá al lado nuestro y yo sin dormir tras una cesárea, pero porque no quería perderte de vista ni un segundo, como pude arrimé tu cunita a mi cama y te tomé en brazos, a solas contigo, en ese momento único, lloré. Nervios, emoción... Se juntaba todo, te ponía en mi pecho y succionabas ¡menuda tuvimos con la subida de la leche! Fuimos unos campeones los dos, tú por no dejar de succionar y yo por insistir en que subiera. Esa es otra sensación inexplicable, cuando te daba de mamar.
Creces por días, chiquitín, eres precioso, no podríamos haberte hecho mejor. Estoy orgullosa de ti.
Hijo mío, pedacito de mi, quiero que sepas que TE QUIERO con todo mi ser...
Dulces sueños, príncipe....
MAMÁ